miércoles, 5 de septiembre de 2012

La masacre de Potes: Aguanta Purito, aguanta

El 27 de mayo del 2011 estaba sentado en una habitación de hotel y veía el final de una etapa del Giro de Italia de aquel año. Esa noche tocaba Pulp en el Primavera Sound y yo creía en tres cosas aquel día: Alberto Contador, Jarvis Cocker y el amor europeo. Alberto, el chico de pinto, con la cabeza sellada por las grapas de la tragedia y la resurrección, dominada el Giro de Italia, la carrera que solo él y otro español, Miguel Indurain habían conseguido domar. Pensaba en Fuente fumando un paquete de Marlboro antes de tratar de reventar a Merckx en las Tres cimas de Lavaredo, pensada en Miguel Poblet ganando en San Remo, pensaba, claro, en Perico bajando el Gavia bajo la nieve la primavera del año que ganaría el Tour de Francia... quería que Contador fuera caníbal, salvaje, quería que lo ganara todo: la regularidad, la montaña, mil etapas de rosa. Aquel día llegaban a Macugnava, una etapa con lluvia, día pestoso, al día siguiente subida a Sestriere...Paolo Tiralongo, italiano de Astana iba por delante, Purito Rodríguez (cosas de la vida) atacó y Contador soltó un latigazo que dejó en evidencia a Nibali y Scarponi, sus rivales aquellos días. Alberto pasó a Purito, llegó hasta donde estaba Tiralongo y le susurró al oído: vamos, ataca, la victoria es tuya. Tiralongo, 33 años de gregario, se levantó del sillín y devoró los 300 metros hasta la meta con Contador a su rueda. Aquella tarde del 27 de mayo del 2011, viendo en una habitación de hotel donde solo se sintonizaba Eurosport en un idioma pseudogermánico, estallé en la rabia del iluso, sin entender que en el ciclismo hay pactos y amistades...quería que Contador ganara. Alberto, campeón, dejó ganar a su amigo Tiralongo, compañero de los años dorados en el Astana, sin saber que acaba de sellar su victoria en la Vuelta a España del 2012. 


El miércoles 5 de septiembre del 2012 estoy sentado en casa, en el sofá, me he servido un vaso de gaseosa y tengo el móvil al lado. Ya no se ven las etapas como antes: Víctor López, Luis Angulo, Saldaña, Cebrián...Víctor El Mestizo Guiu...una tertulia digital de una vuelta que prometía mucho más de lo que estaba resultando. Demasiados empates, un Purito, campeón, tan campeón como Contador, ganando su carrera, su recorrido. Yo, después de Lagos, seguía apostando por Alberto y también después de Pajares...Ana se va a echar la siesta y conectan en directo: el tono de voz de Carlos de Andrés presagia algo. “Una etapa que parecía intrascendente para la clasificación general...pero ha sucedido algo...” Pienso en Menchov y Heras en el año 2005, en Andy jugándosela a 60 km en el Tour del 2011...pienso, claro, en la masacre de Serranillos, Hinault, 1983. 


 

Alberto Contador llevaba más de dos semanas haciendo lo mismo: entre 7 y 3 km antes de meta atacaba y no dejaba a Purito (ni a Valverde) de rueda y el último empujón de los killers de las Ardenas se lo meriendan a base de bonificaciones. Todos comentando lo mismo: hay que atacar desde más lejos, reventar a Purito, dejarle sin equipo...sí, claro y yo aprobaré las oposiciones estudiando diez horas todos los días. Pues sí, como los campeones... repaso el recorrido: a 55 km de meta comienza Collado de la Hoz, la subida, un segunda de 6 km de ascensión. No han conectado todavía pero Contador huele sangre y manda a Jesús Hernández y Sergio Paulinho por delante. El pelotón principal se deshace, los grupillos se multiplican, el paquete se atomiza y Purito sigue atento a Alberto, pero sin demasiado elementos del equipo a su lado. A menos de tres kilómetros del final del puerto, en las rampas del 11%, Contador ataca...Purito no sale a su rueda, quedan más de 45 km a meta y lo normal es que lo pillen y Contador haya quemado fuerzas. Pero el error táctico es terrible, de repente no están ni Vicioso ni Dani Moreno, Alberto Losada estuvo escapado en jornadas anteriores, Menchov ha vuelto al año 2005 y el miedo lo deja bloqueado. Unos pocos segundos por la cima del puerto y Contador se lanza como se lanzan los que esperan la redención en el riesgo, con la boca abierto y las pelotas golpeándole la garganta como sendos tambores, con la sangre de Ocaña, la que salía de la nariz el día que la gloria le dio la espalda en Mente, con la sangre de lubricante para las ruedas. Llega hasta el grupo de delante y allí deja claro que la cosa va en serio: se ponen a tirar como locos los compañeros, aumentando la diferencia en el llano que les lleva hasta el sprint de Potes.
Purito, por detrás, se empieza a dar cuenta de que las cosas están poniéndose feas...solo con Alberto Losada y con el verde de Valverde pegado, muy pegado. Por delante, en el grupo de Contador, están Beñat Inchausti y Nairo Quintana, Purito piensa que Valverde los va mandar parar para que se unan a su grupo y que así alcanzarán a Contador. Purito piensa que Valverde va a por Froome, no se ha dado cuenta de que Valverde va a por él. Froome, parásito de un sueño de julio, nuevo Ullrich bajo el misterioso sol asturiano no entiende qué sucede: él, que había nacido para reinar, Napoleón de carrera explosiva y aliento británico se ve asaltado por tres desarrapados con barba de bandoleros (pero que llevan en sus petates tres tours, dos giros, dos vueltas, dos liejas, dos flechas, dos nizas, dos dauphine...). No hay peor despertar para una pesadilla cuando uno se da cuenta de que no está dormido.
A 23 km de meta está el sprint de Potes. Un sprint intrascendente en otros momento pero el primer punto de inflexión de esta Vuelta 2012...con Paulinho y Contador a relevos la ventaja está por encima del minuto y medio. Pero Alberto levanta la cabeza y ve, a lo lejos, la pancarta. Son unos segundos de bonificación preciosos (las mismos caramelos envenenados que han mantenido a Purito y a su punta de velocidad por delante en la general) y Alberto, que ve que su compañero portugués no da para más, salta como un lobo desbocado a por ellos y, a su rueda, uno de los que iban con él en el grupo. Es extraño, ¿a dónde va? No es del equipo de Contador, no va a aguantarle en la montaña...ese maillot, azul celeste...es del Astana. Paolo Tiralongo se funde a la rueda de Contador, le adelante, lanza el sprint y le deja pasar para que bonifique. Paolo Tiralongo, el hombre al que hace más de un año Contador regaló su primera victoria como profesional, ha vuelto para saldar la deuda. Como en el viejo Oeste entregando una carta con el Pony Spress, Contador revienta a sus compañeros y aliados, que ponen la cara y las piernas al viento, los kilómetros, el llano que desgasta... por detrás Valverde y Purito, Purito muy atrás, no da un relevo a Losada...se le está escapando de las manos la Vuelta...

A 17 km de meta, comienza puerto y Tiralongo aguanta unos pocos kilómetros, a menos de 15 de meta se queda, le da un bidón y le desea lo mejor a su amigo, a su antiguo líder. La deuda está pagada. Básica la ayuda de Tiralongo, clave...cuando Paulinho no dio para más Tiralongo empujó en ese llano que te arranca las fuerzas como las olas de un mar: constantes e incansables. Pero el final se está viviendo por atrás...en cuanto comienza el puerto para el grupo de Valverde y Purito, Alejandro lanza un demarraje...es ahora cuando ha mandado parar a los suyos por delante y es ahora cuando Purito trata de salir a su rueda...pero no puede. En ese instante nos damos cuenta de que Purito ha perdido la vuelta, se ha quedado solo, la mancha verde de Valverde, en una metáfora contraria a la esperanza desaparece...

La subida a Fuente Dé no es especialmente dura, no está en la memoria de un aficionado al ciclismo...un segunda bastante largo...pero iban a ser 15 km de gloria y mito. Valverde atrapa al grupo que ha dejado Contador unos kilómetros antes a poco de comenzar la subida: allí está Beñat Inchausti (que dentro de unos años puede llevarse la Vuelta él mismo) y el colombiano Nairo Quintana...los pone a los dos a tirar como perros de presa. Contador no mira el reloj pero sabe que la arena se desliza como gravilla entre los radios de la rueda y que el Olimpo tiene dos puertas y una es para los que ganan la etapa. La imagen de Purito atrás es desoladora, lleva a Jesús Hernández, compañero de Contador en el Saxo Bank, pegado a la rueda, de azul y amarillo, fosforescente cegador que le destroza. Los ojos de Purito, fiebre en la tarde de septiembre, tienen algo de incendio.

La ventaja entre Valverde y Contador se reduce. Perlas de sudor que son como fuego sobre las mejillas de Alberto. Valverde, el señor de la Lieja, uno de los grandes, ha vuelto este año también y ha dejado claro quién es. Valverde sabe que se puede perder una etapa en el último kilómetro si atrás no se cede. A él le estuvo a punto de pasar en su victoria en Julio en el Tour de Francia...un minuto, treinta segundos, quince segundos...Contador mira hacia atrás. Lo ve, ve el verde de Valverde. Quince segundos, último kilómetro, el cronómetro parado en quince segundos.
Menos de 500 metros, la mecha de Valverde se agota y desde casa miles de españoles levantados del sofá aprietan las manos y los dientes, empujando a Contador...gana, gana, gana de blanco, angelical, olvidando las marcas y los días, los dopajes, las ruedas de prensa, las concentraciones en solitario...gana sin marcas ni señales, de blanco, con un maillot que recuerda al que llevaba los meses que tuvo que entrenar durante la sanción, solo, sin nadie. Gana y en el momento que cruza la línea todos respiramos.
Contador está llorando cuando lo entrevistan en la tele. Aún tiene las marcas de la etapa en el rostro, también tiene el abrazo de su madre bien pegado a la piel. Todos nos sentimos un poco culpables cuando entra en meta Purito. Me levanto y lo aplaudo. Llamo a mi padre: ¿lo has visto, lo has visto? Vuelto hacia atrás, muy atrás, al verano de 1988 y mi padre, agotado por el calor, sentado en la litera de Salou, escuchando la radio de madrugada y mascullando: “no puede ser, no puede ser”. El positivo de Perico. Salto hacia delante y nos veo apretando los puños en la salida de Luxemburgo, vamos Perico, vamos...vamos Alberto, vamos... “ qué grande, Papá, qué grande” mi padre está emocionado, como yo, los dos tenemos lágrimas en los ojos.

Alberto Contador ha ganado a lo grande, con guión de ensueño, con el plomo en los bolsillos, como en aquel Tour Cartonero de los descensos con Samuel, como en Verbier el día que le dijo a Amstrong que las leyendas deben permanecer en los libros...Alberto ha ganado una etapa mítica, de ciclismo antiguo...Alberto Contador es un clásico, como Gimondi y Fignon, como Moser y Escartín, como Hinault y Perico.


Desde aquí, para despedir esta crónica subjetiva y emocional (que quiero dedicar a mi amigo Olivier, él es de las Ardenas y esto lo lleva en la sangre, aunque creo que está disfrutando ahora lo que no ha hecho con La Doyenne), solo me gustaría decir que Purito Rodríguez es otro campeón: muy grande. Este año lo ha dado todo, ha ganado etapas en Tirreno-Adriático, Vuelta al País Vasco, Giro de Italia y Vuelta a España y se ha llevado la Flecha Valona con una exhibición que me hizo llorar. Ha perdido esta Vuelta (casi seguro) pero en sus declaraciones, actitud y sonrisa hemos de aplaudirle todos, porque ojalá y digo ojalá, tengamos Purito para rato. Gracias sJoaquim...nos vemos en La Redoute. 


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