El 27 de mayo del 2011 estaba sentado
en una habitación de hotel y veía el final de una etapa del Giro de
Italia de aquel año. Esa noche tocaba Pulp en el Primavera Sound y
yo creía en tres cosas aquel día: Alberto Contador, Jarvis Cocker y
el amor europeo. Alberto, el chico de pinto, con la cabeza sellada
por las grapas de la tragedia y la resurrección, dominada el Giro de
Italia, la carrera que solo él y otro español, Miguel Indurain
habían conseguido domar. Pensaba en Fuente fumando un paquete de
Marlboro antes de tratar de reventar a Merckx en las Tres cimas de
Lavaredo, pensada en Miguel Poblet ganando en San Remo, pensaba,
claro, en Perico bajando el Gavia bajo la nieve la primavera del año
que ganaría el Tour de Francia... quería que Contador fuera
caníbal, salvaje, quería que lo ganara todo: la regularidad, la
montaña, mil etapas de rosa. Aquel día llegaban a Macugnava, una
etapa con lluvia, día pestoso, al día siguiente subida a
Sestriere...Paolo Tiralongo, italiano de Astana iba por delante,
Purito Rodríguez (cosas de la vida) atacó y Contador soltó un
latigazo que dejó en evidencia a Nibali y Scarponi, sus rivales
aquellos días. Alberto pasó a Purito, llegó hasta donde estaba
Tiralongo y le susurró al oído: vamos, ataca, la victoria es tuya.
Tiralongo, 33 años de gregario, se levantó del sillín y devoró
los 300 metros hasta la meta con Contador a su rueda. Aquella tarde
del 27 de mayo del 2011, viendo en una habitación de hotel donde
solo se sintonizaba Eurosport en un idioma pseudogermánico, estallé
en la rabia del iluso, sin entender que en el ciclismo hay pactos y
amistades...quería que Contador ganara. Alberto, campeón, dejó
ganar a su amigo Tiralongo, compañero de los años dorados en el
Astana, sin saber que acaba de sellar su victoria en la Vuelta a
España del 2012.
El miércoles 5 de septiembre del 2012
estoy sentado en casa, en el sofá, me he servido un vaso de gaseosa
y tengo el móvil al lado. Ya no se ven las etapas como antes: Víctor
López, Luis Angulo, Saldaña, Cebrián...Víctor El Mestizo
Guiu...una tertulia digital de una vuelta que prometía mucho más de
lo que estaba resultando. Demasiados empates, un Purito, campeón,
tan campeón como Contador, ganando su carrera, su recorrido. Yo,
después de Lagos, seguía apostando por Alberto y también después
de Pajares...Ana se va a echar la siesta y conectan en directo: el
tono de voz de Carlos de Andrés presagia algo. “Una etapa que
parecía intrascendente para la clasificación general...pero ha
sucedido algo...” Pienso en Menchov y Heras en el año 2005, en
Andy jugándosela a 60 km en el Tour del 2011...pienso, claro, en la
masacre de Serranillos, Hinault, 1983.
Alberto Contador llevaba más
de dos semanas haciendo lo mismo: entre 7 y 3 km antes de meta
atacaba y no dejaba a Purito (ni a Valverde) de rueda y el último
empujón de los killers de las Ardenas se lo meriendan a base de
bonificaciones. Todos comentando lo mismo: hay que atacar desde más
lejos, reventar a Purito, dejarle sin equipo...sí, claro y yo
aprobaré las oposiciones estudiando diez horas todos los días. Pues
sí, como los campeones... repaso el recorrido: a 55 km de meta
comienza Collado de la Hoz, la subida, un segunda de 6 km de
ascensión. No han conectado todavía pero Contador huele sangre y
manda a Jesús Hernández y Sergio Paulinho por delante. El pelotón
principal se deshace, los grupillos se multiplican, el paquete se
atomiza y Purito sigue atento a Alberto, pero sin demasiado elementos
del equipo a su lado. A menos de tres kilómetros del final del
puerto, en las rampas del 11%, Contador ataca...Purito no sale a su
rueda, quedan más de 45 km a meta y lo normal es que lo pillen y
Contador haya quemado fuerzas. Pero el error táctico es terrible, de
repente no están ni Vicioso ni Dani Moreno, Alberto Losada estuvo
escapado en jornadas anteriores, Menchov ha vuelto al año 2005 y el
miedo lo deja bloqueado. Unos pocos segundos por la cima del puerto y
Contador se lanza como se lanzan los que esperan la redención en el
riesgo, con la boca abierto y las pelotas golpeándole la garganta
como sendos tambores, con la sangre de Ocaña, la que salía de la
nariz el día que la gloria le dio la espalda en Mente, con la sangre
de lubricante para las ruedas. Llega hasta el grupo de delante y allí
deja claro que la cosa va en serio: se ponen a tirar como locos los
compañeros, aumentando la diferencia en el llano que les lleva hasta
el sprint de Potes.
Purito, por detrás, se empieza a dar
cuenta de que las cosas están poniéndose feas...solo con Alberto
Losada y con el verde de Valverde pegado, muy pegado. Por delante, en
el grupo de Contador, están Beñat Inchausti y Nairo Quintana,
Purito piensa que Valverde los va mandar parar para que se unan a su
grupo y que así alcanzarán a Contador. Purito piensa que Valverde
va a por Froome, no se ha dado cuenta de que Valverde va a por él.
Froome, parásito de un sueño de julio, nuevo Ullrich bajo el
misterioso sol asturiano no entiende qué sucede: él, que había
nacido para reinar, Napoleón de carrera explosiva y aliento
británico se ve asaltado por tres desarrapados con barba de
bandoleros (pero que llevan en sus petates tres tours, dos giros, dos
vueltas, dos liejas, dos flechas, dos nizas, dos dauphine...). No hay
peor despertar para una pesadilla cuando uno se da cuenta de que no
está dormido.
A 23 km de meta está el sprint de
Potes. Un sprint intrascendente en otros momento pero el primer punto
de inflexión de esta Vuelta 2012...con Paulinho y Contador a relevos
la ventaja está por encima del minuto y medio. Pero Alberto levanta
la cabeza y ve, a lo lejos, la pancarta. Son unos segundos de
bonificación preciosos (las mismos caramelos envenenados que han
mantenido a Purito y a su punta de velocidad por delante en la
general) y Alberto, que ve que su compañero portugués no da para
más, salta como un lobo desbocado a por ellos y, a su rueda, uno de
los que iban con él en el grupo. Es extraño, ¿a dónde va? No es
del equipo de Contador, no va a aguantarle en la montaña...ese
maillot, azul celeste...es del Astana. Paolo Tiralongo se funde a la
rueda de Contador, le adelante, lanza el sprint y le deja pasar para
que bonifique. Paolo Tiralongo, el hombre al que hace más de un año
Contador regaló su primera victoria como profesional, ha vuelto para
saldar la deuda. Como en el viejo Oeste entregando una carta con el
Pony Spress, Contador revienta a sus compañeros y aliados, que ponen
la cara y las piernas al viento, los kilómetros, el llano que
desgasta... por detrás Valverde y Purito, Purito muy atrás, no da
un relevo a Losada...se le está escapando de las manos la Vuelta...
A 17 km de meta, comienza puerto y
Tiralongo aguanta unos pocos kilómetros, a menos de 15 de meta se
queda, le da un bidón y le desea lo mejor a su amigo, a su antiguo
líder. La deuda está pagada. Básica la ayuda de Tiralongo,
clave...cuando Paulinho no dio para más Tiralongo empujó en ese
llano que te arranca las fuerzas como las olas de un mar: constantes
e incansables. Pero el final se está viviendo por atrás...en cuanto
comienza el puerto para el grupo de Valverde y Purito, Alejandro
lanza un demarraje...es ahora cuando ha mandado parar a los suyos por
delante y es ahora cuando Purito trata de salir a su rueda...pero no
puede. En ese instante nos damos cuenta de que Purito ha perdido la
vuelta, se ha quedado solo, la mancha verde de Valverde, en una
metáfora contraria a la esperanza desaparece...
La subida a Fuente Dé no es
especialmente dura, no está en la memoria de un aficionado al
ciclismo...un segunda bastante largo...pero iban a ser 15 km de
gloria y mito. Valverde atrapa al grupo que ha dejado Contador unos
kilómetros antes a poco de comenzar la subida: allí está Beñat
Inchausti (que dentro de unos años puede llevarse la Vuelta él
mismo) y el colombiano Nairo Quintana...los pone a los dos a tirar
como perros de presa. Contador no mira el reloj pero sabe que la
arena se desliza como gravilla entre los radios de la rueda y que el
Olimpo tiene dos puertas y una es para los que ganan la etapa. La
imagen de Purito atrás es desoladora, lleva a Jesús Hernández,
compañero de Contador en el Saxo Bank, pegado a la rueda, de azul y
amarillo, fosforescente cegador que le destroza. Los ojos de Purito,
fiebre en la tarde de septiembre, tienen algo de incendio.
La ventaja entre Valverde y Contador se
reduce. Perlas de sudor que son como fuego sobre las mejillas de
Alberto. Valverde, el señor de la Lieja, uno de los grandes, ha
vuelto este año también y ha dejado claro quién es. Valverde sabe
que se puede perder una etapa en el último kilómetro si atrás no
se cede. A él le estuvo a punto de pasar en su victoria en Julio en
el Tour de Francia...un minuto, treinta segundos, quince
segundos...Contador mira hacia atrás. Lo ve, ve el verde de
Valverde. Quince segundos, último kilómetro, el cronómetro parado
en quince segundos.
Menos de 500 metros, la mecha de
Valverde se agota y desde casa miles de españoles levantados del
sofá aprietan las manos y los dientes, empujando a Contador...gana,
gana, gana de blanco, angelical, olvidando las marcas y los días,
los dopajes, las ruedas de prensa, las concentraciones en
solitario...gana sin marcas ni señales, de blanco, con un maillot
que recuerda al que llevaba los meses que tuvo que entrenar durante
la sanción, solo, sin nadie. Gana y en el momento que cruza la línea
todos respiramos.
Contador está llorando cuando lo
entrevistan en la tele. Aún tiene las marcas de la etapa en el
rostro, también tiene el abrazo de su madre bien pegado a la piel.
Todos nos sentimos un poco culpables cuando entra en meta Purito. Me
levanto y lo aplaudo. Llamo a mi padre: ¿lo has visto, lo has visto?
Vuelto hacia atrás, muy atrás, al verano de 1988 y mi padre,
agotado por el calor, sentado en la litera de Salou, escuchando la
radio de madrugada y mascullando: “no puede ser, no puede ser”.
El positivo de Perico. Salto hacia delante y nos veo apretando los
puños en la salida de Luxemburgo, vamos Perico, vamos...vamos
Alberto, vamos... “ qué grande, Papá, qué grande” mi padre
está emocionado, como yo, los dos tenemos lágrimas en los ojos.
Alberto Contador ha ganado a lo grande,
con guión de ensueño, con el plomo en los bolsillos, como en aquel
Tour Cartonero de los descensos con Samuel, como en Verbier el día
que le dijo a Amstrong que las leyendas deben permanecer en los
libros...Alberto ha ganado una etapa mítica, de ciclismo
antiguo...Alberto Contador es un clásico, como Gimondi y Fignon,
como Moser y Escartín, como Hinault y Perico.
Desde aquí, para despedir esta crónica
subjetiva y emocional (que quiero dedicar a mi amigo Olivier, él es
de las Ardenas y esto lo lleva en la sangre, aunque creo que está
disfrutando ahora lo que no ha hecho con La Doyenne), solo me
gustaría decir que Purito Rodríguez es otro campeón: muy grande.
Este año lo ha dado todo, ha ganado etapas en Tirreno-Adriático,
Vuelta al País Vasco, Giro de Italia y Vuelta a España y se ha
llevado la Flecha Valona con una exhibición que me hizo llorar. Ha
perdido esta Vuelta (casi seguro) pero en sus declaraciones, actitud
y sonrisa hemos de aplaudirle todos, porque ojalá y digo ojalá,
tengamos Purito para rato. Gracias sJoaquim...nos vemos en La
Redoute.